Éxodo 16:8 NVI| Y añadió Moisés: —Esta tarde el Señor les dará a comer carne, y mañana los saciará de pan, pues ya los oyó murmurar contra él. Porque ¿quiénes somos nosotros? ¡Ustedes no están murmurando contra nosotros, sino contra el Señor!
El desierto no sólo prueba la resistencia del cuerpo, sino también la fidelidad del corazón. Israel, recientemente liberado por el poder sobrenatural de Dios, había visto con sus propios ojos plagas, milagros, el mar dividirse y la mano del Todopoderoso guiándolos día y noche. Sin embargo, ante el hambre y la sed, surgió en ellos algo más profundo que una simple necesidad física: Una crisis de confianza. Este pasaje nos revela una verdad poderosa y confrontadora: Las quejas que salen de nuestra boca no siempre son dirigidas a las personas, sino al mismo Dios. Moisés confrontó al pueblo, y les dijo: Cuando se quejan de nosotros, en realidad se están quejando de Dios.

Salmo 78:18-22 NVI|18 Deliberadamente pusieron a Dios a prueba y exigieron comida a su antojo. 19 Murmuraron contra Dios y aun dijeron: «¿Podrá Dios preparar una mesa en el desierto? 20 Cuando golpeó la roca, el agua brotó en torrentes; pero, ¿podrá también darnos de comer? ¿Podrá proveerle carne a su pueblo?». 21 Cuando el Señor oyó esto, se indignó; su enojo se encendió contra Jacob, su ira ardió contra Israel. 22 Porque no confiaron en Dios ni creyeron que él los salvaría.
¿Cuántas veces hemos murmurado, pensando que solo nos estamos desahogando, sin darnos cuenta de que estamos cuestionando el carácter, la fidelidad y los planes de Dios? Israel se quejaba por comida, pero en el fondo, dudaban si realmente Dios cuidaría de ellos. Lo mismo nos sucede a nosotros. Detrás de muchas de nuestras quejas se esconde un susurro de incredulidad, un murmullo que dice: ¿Será que Dios realmente me escucha?, ¿Será que verdaderamente va a cumplir sus promesas?, ¿Será que Su Palabra tiene poder? Pero aun así, el corazón de Dios se sigue mostrando lleno de compasión. Y en lugar de juicio inmediato, Dios responde con provisión. Les envía carne por la tarde y maná por la mañana. ¿Por qué? Porque su fidelidad no depende de nuestra perfección, sino de su amor eterno.
Filipenses 2:14-15 NVI|14 Háganlo todo sin quejas ni contiendas, 15 para que sean intachables y puros, hijos de Dios sin culpa en medio de una generación torcida y depravada. En ella ustedes brillan como estrellas en el mundo,
Esta palabra es un llamado al pueblo lleno del Espíritu Santo. Creemos en el poder de la presencia de Dios que transforma desiertos en lugares de gloria. Pero el desierto también puede apagar el fuego si no aprendemos a cuidar nuestra actitud espiritual. El Espíritu Santo no habita en la queja, sino en la alabanza. La unción se mueve en corazones agradecidos, no en corazones amargados. Es en medio de la prueba donde más debemos activar la fe, declarar la Palabra y levantar nuestras manos. Dios está formando una generación que no solo recibe maná, sino que también conoce al Dador del maná. Una generación que transforma el desierto en altar. Que en lugar de murmuración, adora; en lugar de quejarse, profetiza; en lugar de retroceder, avanza.
Habacuc 3:17-19 NVI|17 Aunque la higuera no florezca ni haya frutos en las vides; aunque falle la cosecha del olivo y los campos no produzcan alimentos; aunque en el redil no haya ovejas ni vaca alguna en los establos; 18 aun así, yo me regocijaré en el Señor. ¡Me alegraré en el Dios de mi salvación!
Amado lector, el desierto revela lo que hay en nuestro corazón, pero también revela quién es nuestro Dios. Él escucha nuestras oraciones, y también nuestras quejas. Pero más que castigarnos, quiere enseñarnos a vivir en un nivel superior de fe. Así como alimentó a Israel en el desierto, también te sustentará a ti. No te detengas. No murmures. Alaba, confía y sigue caminando. Su gloria será vista aún en el lugar más árido. Oremos juntos, Padre Celestial, hoy reconozco que muchas veces he murmurado desde el dolor y la impaciencia, al ver que las cosas no se dan a mi manera y en mi tiempo. He dudado de tu fidelidad cuando no vi respuestas rápidas. Perdóname por cada palabra que salió de mi boca desde la incredulidad, desde el desespero e incluso cuando mis palabras sonaban cómo si tu no supieras hacer las cosas, pero yo si. Enséñame a confiar en ti incluso cuando no entiendo el proceso. Que mi boca se llene de alabanza y mi corazón de gratitud. Espíritu Santo, aviva en mí la fe que ve lo invisible, la esperanza que trasciende las circunstancias y la adoración que no depende de lo que tengo, sino de quien eres. Hazme fiel en el desierto, obediente en la escasez y firme cuando mi carne quiere retroceder. En el nombre de Jesús, amén.
Hebreos 3:7-10 NVI| 7 Por eso, como dice el Espíritu Santo: «Si ustedes oyen hoy su voz 8 no endurezcan sus corazones[a] como sucedió en la rebelión, en aquel día de prueba en el desierto. 9 Allí sus antepasados me tentaron y me pusieron a prueba, a pesar de haber visto mis obras cuarenta años. 10 Por eso me enojé con aquella generación y dije: “Siempre se alejan de mí[b] y no reconocen mis caminos”
Con amor,
Sandra Patricia Ventura
Abreviaturas de las diferentes Biblias utilizadas:
NVI|Nueva Versión Internacional