Eclesiastés 4:9-10 RVR1960|9 Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo. 10 Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante.
Vivimos tiempos donde la fidelidad conyugal ya no solo se pone a prueba en lo físico, sino también en lo emocional, en lo digital y en lo social. Lo más grave no es solo la infidelidad, sino que muchos matrimonios están colapsando aún cuando no hay una tercera persona; colapsan porque Dios ya no está en el centro.

Hoy muchas parejas siguen juntas bajo el mismo techo, pero viven vidas completamente separadas; viven sin oración, sin comunicación, sin admiración, sin respeto. Son más compañeros de gastos que compañeros de pacto. Se habla de respeto en las promesas de boda, pero, ¿dónde queda ese respeto cuando ella es ignorada frente a los demás? ¿Dónde está ese respeto cuando él es humillado delante de otros por su propia esposa?
El respeto no es sólo abstenerse de ser infiel; es honrar al otro cuando no está presente, es cuidar lo que se dice, lo que se comparte y con quién se pasa el tiempo, es orar por tu cónyuge cuando no lo entiendes, es no hablar mal de tu pareja en tu entorno laboral o familiar, ni mucho menos con tus amistades; es proteger su imagen como protegerías la tuya, incluso mantener la fidelidad emocional, espiritual y financiera, aun sin estar tu cónyuge presente.
Efesios 4:2-3 RVR1960|2 con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, 3 solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz;
Muchas parejas comenzaron orando juntas y hoy no oran ni siquiera por los alimentos. Mira, cuando Dios sale del matrimonio, se apaga la luz, y hoy solo se toleran por rutina, no fue Dios quien se apartó, somos nosotros los que dejamos de invitarlo. La ausencia de oración entre los cónyuges ha debilitado el amor, ha secado el terreno donde crecía la comunicación y ha desvalorizado la unión entre ambos.
Jesús dijo en Mateo 12:25: Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado. Y un matrimonio donde ya no hay unidad espiritual, se convierte en un campo de batalla silencioso donde ambos pierden, y el enemigo reina.
¿Qué debemos hacer? ¡Recuperen el altar! Si quieres ver un cambio en tu matrimonio, no empieces reclamando, empieza orando, aunque inicies tu solo; vuelvan a tomarse de las manos para pedir dirección, vuelvan a leer la Palabra juntos, vuelvan a honrarse, a escucharse sin juzgar, a mirarse con intención, a admirarse con respeto.
Hazte esta pregunta: ¿En verdad soy la persona con la que yo desearía que mi cónyuge pasara el resto de su vida? El respeto se demuestra en las pequeñas decisiones, en cómo le hablas a tu pareja, cómo la defiendes cuando no está, cómo proteges su corazón de comentarios ajenos, cómo oras por ella o por él en silencio, incluso cuando te sientes herido. Estoy respetando el ser una sola carne.
1 Pedro 3:7 RVR1960| Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo.
Amado lector, Dios no ha terminado con tu matrimonio, puede que sientas que el amor se apagó, pero Dios sigue siendo experto en resucitar lo que otros ya dieron por muerto. Si hoy estás leyendo este Devocional, es porque Dios quiere recordarte que tu matrimonio no se terminó, lo que se terminó fue la intimidad con Dios. Pero tú puedes tomar la decisión de reabrir la puerta, de volver a orar con tu pareja, aunque sea con pocas palabras. Empieza a mostrarle respeto aunque el otro no lo esté haciendo; cambia el tono de voz, recupera la empatía, la intimidad y complicidad. Deja que Dios vuelva a ser el invitado principal en tu relación, Él no quiere solo estar en tu boda, Él quiere reinar en tu hogar. Amén.
Colosenses 3:14 RVR1960|Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto.
Con amor,
Sandra Patricia Ventura
Abreviaturas de las diferentes Biblias utilizadas:
RVR1960|Reina-Valera 1960