Una tocó su manto, la otra fue alcanzada por su palabra

Marcos 5:33-34 RVR1960|33 Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había sido hecho, vino y se postró delante de él, y le dijo toda la verdad. 34 Y él le dijo: Hija, tu fe te ha hecho salva; ve en paz, y queda sana de tu azote.

La mujer del flujo de sangre y la samaritana tenían una necesidad, pero solo una había reconocido esa necesidad.  La mujer del flujo de sangre sabía perfectamente cuál era su condición, doce años de sufrimiento, rechazo y aislamiento la habían hecho consciente de su dolor y de su condición; ya no tenía fuerzas ni esperanzas humanas, pero sí una fe que la empujó a abrirse paso entre la multitud para tocar el manto de Jesús, cuando se presento la oportunidad. Ella sabía que solo Él podía sanarla, y que debía actuar.

La samaritana, en cambio, no sabía que también estaba enferma, su herida no sangraba por fuera, pero sí por dentro; cargaba un vacío emocional, una sed espiritual que había intentado saciar con relaciones, con rutinas, con el silencio; nadie veía su dolor, pero Jesús sí y  Él reconoció que le era necesario pasar por Samaria, y el pozo sería ese lugar de encuentro. La cita para ella no estaba planificada, pero en la agenda de Dios, había llegado el momento; no para juzgarla, sino para revelarle su verdadera necesidad.

Juan 4:14 RVR1960|mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.

Una mujer fue sanada al tocar su manto y fue llamada hija; la otra fue restaurada al oír su palabra, y fue transformada en predicadora. Y mientras una lo buscaba ocultándose entre la multitud; la otra fue buscada por Él en su soledad; y ambas recibieron lo mismo: Una nueva identidad, porque cuando Jesús te mira, no ve tu pasado, ni tu condición, ni tu vergüenza, Él ve una hija que necesita ser restaurada y un corazón que necesita ser saciado.

Amado lector, quizás tu necesidad hoy sea visible, como la de la mujer del flujo de sangre, por una enfermedad, una crisis, un dolor que todos pueden notar, o quizás sea invisible, como la de la samaritana, heridas del alma, vacíos, culpabilidad, temores que solo tú y Dios conocen; pero la verdad es que Jesús conocía la condición de ambas, Él no solo atiende al que clama, sino también al que calla, y hoy quiere sanarte a ti. Oremos juntos, Padre Celestial, gracias porque me ves aun cuando trato de esconder mi dolor, gracias porque conoces mi necesidad, la visible y la oculta, por eso hoy vengo ante ti como esa mujer que tocó tu manto, reconociendo que solo en ti hay poder para sanar, y te pido que llenes  mi pozo vacío con tu agua viva; restáurame, llámame Hija, y hazme una verdadera adoradora, en el nombre de Jesús, amén.

Salmos 143:10 RVR1960|Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios; Tu buen espíritu me guíe a tierra de rectitud.

Con amor,
Sandra Patricia Ventura

Abreviaturas de las diferentes Biblias utilizadas:
RVR1960|Reina-Valera 1960

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