1 Reyes 18:38 RVR1960|Entonces cayó fuego de Jehová, y consumió el holocausto, la leña, las piedras y el polvo, y aun lamió el agua que estaba en la zanja.
El fuego de Dios no desciende sobre cualquier altar, sino sobre aquel que está en orden y lleno de sacrificio. El profeta Elías no llamó al fuego sin antes restaurar el altar caído de Israel, porque antes del fuego, hay restauración, y antes de la manifestación, debe haber obediencia.
Muchos claman a Dios por el fuego, pero pocos están dispuestos a reparar el altar; el fuego del Espíritu Santo no se atrae con ruido, ni mucho menos se provoca con emoción, sino con entrega, con búsqueda, santidad e intimidad. Cuando el profeta Elías invocó a Jehová, lo hizo después de haber reparado las ruinas, de haber ofrecido el sacrificio correcto y de haber levantado un altar en nombre del Dios verdadero. Cuando el fuego desciende, todo cambia, las tinieblas tienen que retroceder, los ídolos son avergonzados, la incredulidad huye, y los corazones duros se vuelven al Dios vivo. El fuego de Dios no solo consume el sacrificio, sino que también purifica, santifica, transforma. Ese fuego es símbolo de Su presencia, de Su aprobación y de Su gloria manifestada entre Su pueblo.

Mateo 3:11 RVR1960|Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego.
Pero el fuego también prueba lo que somos, el mismo fuego que enciende el altar, también purifica las vidas, y revela lo genuino, quema lo carnal y consume el orgullo, por eso muchos oran: Señor, envía tu fuego, pero cuando llega, no todos resisten su intensidad, porque el fuego viene a encender esos corazones apagados.
El fuego que descendió en los días del profeta Elías también descendió en Pentecostés, y hoy, Dios quiere volver a encender a Su iglesia; Él quiere que Su pueblo deje de hablar del pasado y empiece a arder en el presente. Dejemos de vivir de los recuerdos, y empecemos a desarrollar esa hambre por todo aquello que provoque Su presencia.
Hechos 2:3-4 RVR1960|3 y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. 4 Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.
El fuego de Dios descenderá sobre aquellos que se mantengan perseverando en el altar, aunque no vean nada todavía; no busques el fuego solo para sentir poder, búscalo para ser transformado, porque el verdadero avivamiento no consiste en gritar, correr o llorar; es el resultado de vidas encendidas que permanecen fieles aun cuando el fuego quema y purifica.
Dios está levantando una generación que no solo ora por el fuego, sino que vive ardiendo en Él; una generación que camina en pureza, que predica con poder, y que no negocia la santidad, ni la venden por los placeres momentáneos que ofrece el mundo. Cuando el fuego desciende sobre una vida, no puede permanecer oculta, sino que se convierte en antorcha que enciende a otros.
Amado lector, quizás estás en un tiempo donde parece que todo está seco, pero Dios dice: Si restauras el altar, mi fuego volverá a descender, así que prepara tu altar, restaura tu intimidad y limpia tu corazón, porque cuando el fuego desciende, la presencia de Dios se hace irresistible, las cadenas se rompen y los corazones endurecidos se ablandan. El fuego que consume el sacrificio también consume la apatía, la frialdad espiritual y la incredulidad; ese fuego no se apaga con las pruebas ni con el tiempo, porque fue encendido por el Espíritu Santo. El profeta Elías vio descender el fuego una vez, pero los apóstoles lo vivieron para siempre. El fuego de Pentecostés no fue un evento, fue el inicio de una vida encendida, y ese mismo fuego quiere descender hoy sobre ti, sobre tu casa y sobre la iglesia, para que seas llama viva en medio de un mundo oscuro.
Hebreos 12:29 RVR1960|porque nuestro Dios es fuego consumidor.
Oremos juntos, Padre Celestial, enciende en mí tu fuego otra vez, consume todo lo que no te agrada y purifica mi corazón, hazme un altar vivo, una llama encendida que no se apague. Desciende con poder sobre mi vida, y que tu fuego nos transforme, nos una y nos haga testimonio de tu gloria, y que el mundo vea que tú aún respondes con fuego. En el nombre poderoso de Jesús, amén.
Habacuc 3:2 RVR1960| Oh Jehová, he oído tu palabra, y temí. Oh Jehová, aviva tu obra en medio de los tiempos, En medio de los tiempos hazla conocer; En la ira acuérdate de la misericordia.
Con amor,
Sandra Patricia Ventura
Abreviaturas de las diferentes Biblias utilizadas:
RVR1960|Reina-Valera 1960