Deuteronomio 4:9 RVR1960|Por tanto, guárdate, y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; antes bien, las enseñarás a tus hijos, y a los hijos de tus hijos.
Uno de los mayores llamados de Dios al pueblo de Israel no fue solo conquistar tierras o recibir bendiciones, sino transmitir la fe a las generaciones venideras. El discipulado no es un ministerio opcional, es una responsabilidad espiritual que asegura que la obra de Dios no se apague con nuestra vida, sino que continúe ardiendo en las generaciones que vienen detrás de nosotros. El enemigo ha atacado con fuerza a las familias porque sabe que si logra cortar la transmisión de la fe, una generación crecerá sin conocer a Dios.
Así pasó en Jueces 2:10, donde la Palabra nos revela que se levantó otra generación que no conocía a Jehová. Pero el Señor nos recuerda que cada oración, cada enseñanza, cada ejemplo de obediencia deja huellas eternas en nuestros hijos y en los que vienen después. Discipular a nuestras generaciones significa vivir de tal manera que la fe no sea solo un discurso, sino una herencia.

Jueces 2:10 RVR1960|Y toda aquella generación también fue reunida a sus padres. Y se levantó después de ellos otra generación que no conocía a Jehová, ni la obra que él había hecho por Israel.
Principios para discipular a nuestras generaciones
1. Discipular es vivir lo que enseñamos.
El verdadero discipulado comienza con el ejemplo. Moisés le dijo al pueblo en Deuteronomio 6:6-7 que las palabras de la ley debían estar primero en su corazón, y luego ser enseñadas a los hijos hablando de ellas estando en tu casa, andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes, y aquí el orden es claro: Primero la Palabra en ti, y luego en los tuyos.
Nuestras generaciones no solo escuchan lo que decimos, sino que observan cómo reaccionamos cuando enfrentamos pruebas, cómo tratamos a los demás, y cómo honramos a Dios en lo secreto. Esa coherencia entre fe y conducta discípula más que mil sermones. Una fe hipócrita engendra incredulidad, pero una fe genuina despierta confianza y anhelo de imitarla. Discipular con ejemplo es ser carta leída, donde nuestras vidas se convierten en testimonio vivo que enseña más que las palabras.
2 Corintios 3:2-3 RVR1960|2 Nuestras cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los hombres; 3 siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón.
2. Discipular es sembrar principios eternos en corazones temporales.
El discipulado no es una inversión de corto plazo; es una siembra eterna. El error del rey Ezequías fue pensar solo en su paz y no en el futuro de su nación. Esa indiferencia hacia las generaciones siguientes, revela lo que muchas veces pasa, buscamos la bendición inmediata y nos olvidamos de preparar a los que vienen después.
Sembrar principios eternos significa inculcar en nuestros hijos y discípulos convicciones firmes, no modas pasajeras; es enseñarles a caminar por fe, a depender de la Palabra, y a tener temor de Dios en un mundo sin temor; aun si nuestros ojos no ven el fruto inmediato, lo que sembramos en ellos será recordado en su hora de crisis, tal como le ocurrió al hijo pródigo que volvió en sí al recordar la casa de su padre. Discipular es sembrar para cosechas futuras, confiando en que la semilla de la Palabra no volverá vacía, sino que cumplirá su propósito. Amén.
Isaías 55:11 RVR1960| así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié.
3. Discipular es transmitir pasión por Dios, no solo conocimiento.
Es posible enseñar doctrina correcta y aun así no dejar un legado vivo, porque el conocimiento sin pasión puede producir religiosidad seca. El ejemplo muy claro lo vimos en Josías en 2 Reyes 22:11-13, nos muestra cómo un corazón encendido al escuchar la Palabra puede cambiar a toda una generación. La pasión por Dios se transmite en la forma en que le buscamos, en cómo adoramos, en cómo servimos sin reservas, en cómo disfrutamos Su presencia.
Un corazón que ama apasionadamente a Dios contagia más que un maestro frío y teórico. Las generaciones deben ver que Cristo es nuestro tesoro y nuestra alegría, no solo una obligación; esa pasión inspira, motiva y despierta sed de conocer al Señor. Discipular no es llenar mentes, sino encender corazones para que vivamos con hambre y sed de Dios.
Amado lector, el discipulado no es un programa de la iglesia, es una misión divina; Dios nos llama a ser responsables de las generaciones que están en nuestras manos, ya sea nuestros hijos, nietos, discípulos o jóvenes en la fe. Lo que sembremos hoy será el fruto de mañana, si sembramos indiferencia, cosecharemos vacío; pero si sembramos fe, amor y obediencia, veremos una generación que honra al Señor en todo tiempo. Pregúntate hoy: ¿Qué legado espiritual estoy dejando? ¿Estoy levantando una generación que ame más a Dios que yo?
Oremos juntos, Padre Celestial, gracias por confiar en nosotros la responsabilidad de discipular a nuestras generaciones; te pedimos que nos des sabiduría, paciencia y amor para enseñar con nuestro ejemplo, sembrar principios firmes y transmitir pasión por tu presencia. Que ninguna generación de nuestra casa se pierda, sino que todos te conozcan y te sirvan con gozo. Que podamos levantar hijos espirituales y naturales que continúen tu obra y que el fuego nunca se apague en nuestras familias. En el nombre de Jesús, amén.
Salmo 71:18 RVR1960|Aun en la vejez y las canas, oh Dios, no me desampares, Hasta que anuncie tu poder a la posteridad, Y tu potencia a todos los que han de venir,
Con amor,
Sandra Patricia Ventura
Abreviaturas de las diferentes Biblias utilizadas:
RVR1960|Reina-Valera 1960
Me gustaMe gusta