¡No puedo callar lo que Dios puso en mí!

El profeta Jeremías enfrentó dolor y oposición al hablar la verdad de Dios. A pesar de su deseo de callar, su pasión ardiente le impedía hacerlo. El fuego divino en nosotros debe ser compartido y nunca apagado. La voz de cada creyente es crucial para encender avivamientos en un mundo que necesita esperanza.