¿Cuánto pecado puedes esconder antes de apagar al Espíritu?

2 Corintios 7:1 RVR1960| Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.

En este versículo, el apóstol Pablo hace un llamado claro, directo y urgente: ¡Purifíquense! No se lo dice al mundo, se lo dice a los creyentes. A los amados. A nosotros, que hemos recibido las promesas gloriosas de Dios, se nos exige una respuesta: la santificación continua. 

En un tiempo donde la sociedad ha normalizado el pecado, donde se minimiza la gravedad de lo que desagrada a Dios, la Palabra de hoy nos confronta: ¿estás limpiándote cada día de toda contaminación? Porque no se trata solo de los pecados visibles, sino también de los del espíritu: la envidia, el orgullo, el rencor, la falta de perdón, el doble ánimo, el chisme.

El llamado es claro: Dios no quiere una vida mezclada, sino una vida separada para Él. La santidad no es una meta opcional, es una exigencia de nuestro caminar cristiano. Su Palabra nos dice: Sin santidad, nadie verá al Señor. Pero este proceso no lo hacemos solos. El mismo Dios que nos llama a purificarnos también nos ha dado promesas, y estas son:

Promesa de perdón si confesamos nuestros pecados (Leer 1 Juan 1:9).
Promesa de ayuda y fortaleza para vivir en obediencia (Leer Isaías 41:10).
Promesa de que Él termina la obra que comenzó en nosotros (Leer Filipenses 1:6).

Purificarse no es fácil, pero es posible. Es una decisión diaria, una entrega constante. Es decirle al Espíritu Santo: Haz tu obra en mí, y muestra lo que debo cambiar; santifícame más y más con tu fuego. Es reconocer a Dios en cada área: lo que pensamos, lo que hablamos, lo que miramos, lo que hacemos en privado. 

Pídele al Señor que examine tu corazón. Hay contaminación que necesita ser limpiada Aprende a conocer y confesarle tus pecados y sobre todo apártate del mismo. La sangre de Cristo aún tiene poder para limpiarte. Busca la santidad como prioridad. No para agradar a los hombres, sino para vivir en el temor reverente de Dios.  Y permite que el Espíritu Santo te transforme. Él es quien te santifica y fortalece.

Salmos 24:3-4 RVR1960| 3 ¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo? 4 El limpio de manos y puro de corazón; El que no ha elevado su alma a cosas vanas, Ni jurado con engaño.

Amado lector, no podemos vivir vidas poderosas si no vivimos vidas purificadas. No podemos ver la gloria de Dios sin caminar en santidad. Pero si hoy decides consagrarte una vez más, Dios te levantará, te fortalecerá y te usará. La santidad no te debilita, te hace fuerte. La pureza no te aísla, te conecta más con la presencia del Dios vivo. Lo que tú no limpias, el enemigo lo usará, pero lo que tú consagras, Dios lo llenará de su gloria. 

Oremos juntos, Padre Celestial, hoy vengo delante de ti con un corazón humilde y sincero. Reconozco que muchas veces he permitido que la contaminación del mundo toque mi alma y mi cuerpo. Te pido perdón por cada pensamiento, actitud o acción que ha entristecido tu Espíritu. Hoy decido, en el poder de tu gracia, limpiarme de todo lo que no te agrada. Santifícame, Señor. Purifica cada rincón de mi vida. Ayúdame a vivir en tu temor, a caminar en tu obediencia y a rechazar todo pecado, que por muy tonto que parezca, me va a alejar de ti. Dame un corazón sensible a tu voz y un espíritu firme. Gracias por tus promesas, por tu amor, y por no darme por perdido. Hoy consagro mi vida nuevamente a ti, y hazme santo, como tú eres santo. En el nombre poderoso de Jesús, amén.

1 Pedro 1:16 RVR1960| porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.

Con amor,
Sandra Patricia Ventura

Abreviaturas de las diferentes Biblias utilizadas:
RVR1960|Reina-Valera 1960

Deja un comentario