1 Reyes 19:11-12 RVR1960|11 Él le dijo: Sal fuera, y ponte en el monte delante de Jehová. Y he aquí Jehová que pasaba, y un grande y poderoso viento que rompía los montes, y quebraba las peñas delante de Jehová; pero Jehová no estaba en el viento. Y tras el viento un terremoto; pero Jehová no estaba en el terremoto. 12 Y tras el terremoto un fuego; pero Jehová no estaba en el fuego. Y tras el fuego un silbo apacible y delicado.
Hay momentos en la vida cristiana en los que anhelamos escuchar la voz de Dios de manera clara y contundente. Esperamos que nos hable a través de señales evidentes, de milagros asombrosos o de respuestas inmediatas. Sin embargo, hay ocasiones en las que Dios guarda silencio, y ese silencio puede resultar abrumador. Y es en ese silencio donde experimentamos su transformación.

El profeta Elías, después de haber sido testigo del poder de Dios en el monte Carmelo, huyó lleno de miedo y desesperación. Se sentía solo, agotado y sin esperanza. Pensó que Dios se había apartado de él. Pero en el monte Horeb, Dios le enseñó una lección poderosa: Él no siempre habla a través de lo estruendoso, lo impactante o lo visible, sino que muchas veces su voz se escucha en el silbo apacible y delicado.
Tal vez estás pasando por un tiempo donde clamas y parece que Dios no responde. Sientes que el cielo está en silencio y que tus oraciones rebotan sin encontrar eco. Pero el silencio de Dios no significa ausencia, sino preparación. En el silencio, Dios está obrando. Él está refinando tu carácter, fortaleciendo tu fe y llevándote a un nivel más profundo de dependencia en Él.
En la Biblia encontramos poderosos ejemplo de silencios que preceden a la gloria
Abraham y Sara (Génesis 15 al 21): Esperaron años por la promesa de un hijo. En ese tiempo de aparente silencio, Dios estaba preparando el milagro de Isaac.
Job (Job 23:8-10): No entendía por qué Dios guardaba silencio en medio de su dolor, pero luego pudo decir: «Más él conoce mi camino; me probará, y saldré como oro.»
Jesús en la cruz (Mateo 27:46): Experimentó el silencio del Padre, pero después de ese momento de soledad, vino la resurrección y la victoria.
Amado lector, confía en el silencio. El silencio de Dios no es su abandono, sino su forma de acercarnos más a Él. A veces, el ruido del mundo nos impide escuchar su voz, y Él nos lleva a un lugar de quietud donde aprendemos a confiar más allá de lo que vemos o sentimos. Si Dios está en silencio, confía: Él sigue obrando en lo secreto y, a su tiempo, hablará con poder. Amén.
Isaías 30:15 RVR1960|Porque así dijo Jehová el Señor, el Santo de Israel: En descanso y en reposo seréis salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza. Y no quisisteis,
Con amor,
Sandra Patricia Ventura
Abreviaturas de las diferentes Biblias utilizadas:
RVR1960|Reina-Valera 1960