1 Tesalonicenses 5:16-18 RVR1960| 16 Estad siempre gozosos. 17 Orad sin cesar. 18 Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús.
En muchas ocasiones, la oración se convierte en nuestro mayor recurso de emergencia. Y muchos son los que acuden a Dios cuando enfrentan una terrible dificultad. Y hoy quiero recordarte que cuando tus fuerzas se agotan o cuando no veas salida, si clamas a Él, su gloria y misericordia veras actuando conforme a Su voluntad.
En ocasiones tendemos a usarla como una llanta de repuesto, algo que solo usamos cuando nos encontramos en problemas. Sin embargo, la oración es mucho más que una solución temporal; es un deleite, una relación constante con nuestro Padre celestial, donde no solo hayamos paz, sino también la respuesta a esa necesidad.

Jesús nos enseñó a orar no como una carga, sino como un encuentro con Dios. En Mateo 6:6 dice: «Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.» Este versículo nos revela que la oración es un momento íntimo con Dios, un espacio donde abrimos nuestro corazón y también aprendemos a escuchar Su voz.
Muchos se preguntan: “¿Cómo debo orar?” La oración no se trata de palabras rebuscadas ni de largos discursos; se trata de una conversación genuina con Dios. Filipenses 4:6 nos recuerda: «Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.» Dios desea que le hablemos con sinceridad, sin formalismos, con la confianza de un hijo a su Padre.
Jesús nos dejó un modelo de oración en Mateo 6:9-13, conocido como el Padre Nuestro, donde nos enseña a acercarnos a Dios con humildad y reverencia, reconociendo Su voluntad y buscando Su provisión y protección.
Además, la oración no debe ser un monólogo donde solo hablamos y hablamos sin escuchar. En 1 Samuel 3:10 leemos: «Entonces vino Jehová y se paró, y llamó como las otras veces: ‘Samuel, Samuel.’ Entonces Samuel dijo: ‘Habla, porque tu siervo oye.’» Dios sigue hablando hoy, pero muchas veces estamos tan ocupados con nuestras palabras y peticiones que no le damos espacio para responder. La oración es un diálogo, una comunicación de doble vía donde también aprendemos a discernir Su voz. Y desde hoy debemos ponerla en práctica.
Cuando aprendemos a ver la oración como un deleite y no como una carga, dejamos de buscar a Dios solo en las crisis y comenzaremos a disfrutar de una relación constante con Él. El Salmo 37:4 dice: «Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón.» Al deleitarnos en Su presencia, la oración se convierte en un anhelo, no en una obligación.
Amado lector, hoy te invito a cambiar tu perspectiva sobre la oración. No la veas como una tarea pesada, sino como un tiempo de amor y comunión con tu Creador. No esperes a que lleguen los problemas para hablar con Dios; acércate a Él cada día, en cada momento, y descubrirás que Su presencia transforma tu vida. La oración no es algo ocasional, sino una parte esencial de nuestra vida cristiana. Si desarrollamos una relación constante con Dios, veremos Su mano en cada aspecto de nuestra existencia y viviremos en la plenitud de Su paz y dirección.
Mateo 7:7-8 RVR1960|7 Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. 8 Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
Con amor,
Sandra Patricia Ventura
Abreviaturas de las diferentes Biblias utilizadas:
RVR1960|Reina-Valera 1960