Un cuerpo, una Vid, un Señor

El cuerpo de Cristo es uno, formado por muchos miembros. Cada uno posee dones únicos, pero todos deben permanecer conectados a Cristo, la vid verdadera, para mantener la unidad. La división no es de Dios; la unidad en amor es un mandato divino que nos fortalece y nos permite cumplir Su propósito en nuestras congregaciones.