Una familia redimida por Cristo

Creo que una de las escenas más fuertes para cualquier mujer es ver a su hijo siendo maltratado y no poder evitar que eso suceda; por esto María cuando observaba perpleja a su hijo colgado de un madero con una corona de espina y clavos atravesados, pudo encontrar consuelo en las palabras dichas por este a su discípulo amado, y quien desde aquel momento  la recibió en su casa. Esto no era solo un acto de amor filial, sino que también nos revelaba el profundo amor de nuestro Salvador por la unidad y protección familiar. 

Jesús no solo estaba preocupado por el bienestar físico y emocional de su madre, sino que también estableció desde la cruz el nuevo orden espiritual que Juan representaba para María. Jesús al confiarle el cuidado de su madre, estaba confirmando la relación estrecha que mantenía con Juan, y mostrándole a todos que su madre no quedaría desamparada ni desprotegida. Y aunque no había un lazo de sangre que los uniera, había un lazo de amor establecido por Jesucristo. 

Amado lector, así cómo Jesús le confió su madre terrenal a uno de sus discípulos, Él también nos ha confiado a nosotros hermanos de la fe, para que tengamos cuidado de ellos y le mostremos esa compasión que Él un día tuvo hacia nosotros. Cada uno de nosotros ha sido llamado para mostrar su amor y respeto a hacia el prójimo, y aunque en ocasiones los desafíos que podamos enfrentar nos pueden hacer sentir solos y abandonados, son en esos momentos que debemos recordar las palabras dada por Jesús mientras estaba en la cruz a María: «Mujer, ahí tienes a tu hijo», y no dejar de hacer aquello que se nos ha asignado. Dios siempre está presente entre nosotros y ha extendido nuestra familia con cada uno de nuestros hermanos de la fe. 

Quiero aprovechar este espacio para darle las gracias a Dios y a cada uno de ustedes, nuestra familia de la fe virtual, que día a día comparten con otros este Devocional Diario; gracias a su apoyo más y más familia de la fe se han añadido para leer  el mensaje de Salvación, y sigue extendiéndose a más naciones de la tierra.

Oremos juntos: Padre bueno y misericordioso, gracias por tu amor incondicional demostrado en la cruz. Enséñanos a amarnos y a cuidarnos unos a otros, y podamos extender tu amor, así cómo extendemos tu Palabra. Quita el egoísmo de nuestros corazones, y que podamos ser instrumentos de tu gracia y bondad en medio de aquellos que claman por tu misericordia y guianza, en el nombre poderoso de Jesús, amén.

Que la gracia y el favor de nuestro Señor Jesucristo sea con todos ustedes.

Con amor, 
Sandra Patricia Ventura

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